lunes, 23 de noviembre de 2009

Caricias

Del deseo creciente nacieron las caricias que ahora me recorren. Unas manos como flores inundando el continente de mi cuerpo, alimentándose del su calor, descubriendo las playas que lo circundan.
Los labios unidos, los ojos cerrados. Tu sexo y mi sexo en conjunción. Tu miembro en el interior provocando explosiones que al recibirlas me trasladan al desierto, a la sed, a la calma. Un orgasmo imprevisible que me encamina al extasis, a la necesidad de gemir, a la imposibilidad de mantenerme quieta y en silencio.

1 comentario:

  1. Claudia gemía estirada en las arenas del desierto, ella sabía que las manos del moro le reorrían bajo el vestido de gaza que ese día la vestía en arapos... perdida en el desierto que se había propuesto conocer a fondo y en el cual se había perdido atraída por las pieles morenas quemadas por el sol.
    El moro lo fué desvistiendo con delicadeza, mientras dejaba caer a gotas el agua de su cantimplora sobre sus labios.
    Los dedos del moro iban despegando las telas roídas por el salvaje paisaje que quemaba la piel de claudia y la hacían arder en deseo a los roces de las delicadas, pero fuertes manos cayosas del beduino. Los labios del ladron de la arena le fueron robando besos hechiceros de us piel, sus senos ya desnudos se disparaban en deseo irgiendo los peones blandos y secos, que al roce de los dedos del moro, goteaban ambrosía biscosa y cristalina a la vez anunciando que su cuerpo no se opondría a nada que él hiciera... ella sentía como la nariz del moro le iba recorriendo a centimetros cada recodo de su piel. De pronto lo sintió tan cerca de su sexo, que dejó que sus piernas se abrieran para dejar paso a los rusticos labios del hombre que vestía el negro con hidlguía cabalgando día a día las arenas del desierto árido que les envolvía. La tibieza de la lengua del beduino sobre sus labios vaginales, fueron venciendo cualquier barrera u opocición que en ella surgiera. Estaba entregada al placer y medio moribunda de recorrer las arenas, pero su cuerpo respondía con contracciones a cada caricia. El punto frágil que separaba escondido entre los plieges fue floreciendo a las caricias del moro quién no dejaba de lamer con delicadeza cada rincón humedecido, empalagoso y hambriento de sexo. Esos labios que no se detenían para socorrerle, sino que para violar sus debilidades tendda en la arena, ella lo disfrutaba como si fuera su primera y última vez. Uno de los gruesos dedos del fantasma de las arenas, se introdujo probando su dilatación, y le tocó el punto más sensible que habría en una mujer y que ella no conocía hasta ese instante, ese rugoso punto en su interior que luego de suaves toques, le iban insitando a explotar por dentro, que la prendían y aunque se sentía vejada, lo disfrutaba plenamente. Cuando se disponí a explotar, y sin ver aún el rostro del moro, sintió que él se clavaba en su interior produciendo exquisitos temblores en su cuerpo, y prendida en deseo dejó escapar el más caliente de los gemidos que nacía de su interior, dejando que su cuerpo se deshiciera por dentro en lamentos paralizando su corazón, para dejarse ir y volar sobre las arenas calientes, hasta que ella sintió que se desvanecía, mientras el moro la llenaba por dentro de delicados manjares que se derramaban hidratandole por dentro. Su cuerpo seguía temblando a cualquier caricia del moreno, explotando una y otra vez sin control.... jamás había sentido tal sensación en su vida... luego sus ojos se cerraron... Algunos días después despertó entre cojines,rodeada de rostros que jamás había visto, y una mujer que le sonreía hablando de una forma extraña, pero aunque le buscó entre las carpas, nunca supo que fué de él.

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